El ángel se materializó en un extraño lugar. Todo era árido, sin vida y muy, pero muy caluroso. Abrió sus alas y dejó caer a Tío Lucho, el cual se incorporó de inmediato y analizó el lugar con su ojo de lince.
-Hasta aquí llego yo. Más no te podré ayudar. Si logras tu cometido, solo llámeme por mi nombre y le sacaré de aquí.
-¿Y cual es su gracia? –preguntó el Tío poniendo cara de Columbo.
-Mi nombre es Melquideseckiaszkch
-Mmm... ¿podría llamarle Mel?, es que no soy bueno con los nombres...
-Como sea... Mel entonces –respondió el ángel fastidiado, desapareciendo en el aire...
El panorama era desolador. Fuego, azufre, desolación y una nauseabunda sensación a muerte.
-Así que este es el infierno- se dijo Tío Lucho. –Sabía que lo conocería algún día, pero nunca imaginé que sería tan pronto.
A lo lejos se levantaba una torre enorme y siniestra, de la cual salía un extraño y fluctuante haz de luz que se elevaba al cielo y lo teñía de un anaranjado fuego. No había noche, no había día... era un eterno ocaso. Tío Lucho largó caminar hacía la torre con todos sus sentidos alertas. Era un viejo zorro. Astuto como un... eh... zorro... sip...
Pasó un tiempo y otro tiempo y como en la mitad de un tercer tiempo se encontró con un abismo sin fondo que era cruzado por el típico puente colgante de madera. –Esto me huele a trampa -se dijo. Tomó una roca de camino y la lanzó hacia el medio del puente. Ésta no alcanzó a tocar las maderas y el puente fue tragado por una serpiente gigante la cual emergió y se hundió en el abisal en segundos.
-Uhmmm... –se dijo Tío Lucho.
Buscó en sus bolsillos. Los bolsillos de Tío Lucho parecían tener la extraña cualidad de ser multidimencionales. Sacó una pequeña bolsa con un líquido de color rojo viscoso. Era el pebre de la “picá de la Sra. Julia”, el más famoso y picante pebre que jamás haya existido sobre la faz de la tierra. Abrió la bolsa y se untó el cuerpo con el improvisado ungüento. Y saltó al vacío.
Logró un elegante arco antes de comenzar a caer. Cruzó los brazos sobre el pecho y cerró los ojos. La serpiente aguardaba en el abisal y cuando vió caer una presa viva no lo pensó dos veces. Se la tragó enterita... Pasaron segundos eternos. El encebollado y picante pebre surtió efecto y la serpiente gimió a pesar de no tener cuerdas vocales. Se irguió lo más que pudo y escupió a Tío Lucho lejos... muy lejos para después morir intoxicada*
* Solo los parroquianos que pululaban por la picá de doña Julia, después de muchos años, lograban adquirir una resistencia casi total a aquel menjunje delicioso. El tío Lucho había sido socio fundador de dicha picá. Y siempre andaba con una bolsita del vital elemento.
Tío Lucho se puso de pié, se sacudió el polvo y sacó del bolsillo de su guayabera un mondadientes con el que repasó su diente de oro.
Horas mas tarde llegó a las puertas de la siniestra torre. Un gigante demonio cornudo esperaba sentado en la entrada.
-Buenas Tío Lucho, no esperaba verle tan pronto... –rió irónico
-Buenas –respondió el tío. –¿eres Satanás?
-No... tío, como se le ocurre... no, no, no... solo soy Cerberus. El guardián del Averno.
-¿no que eras un perro de dos cabezas?
-Ja ja ja, figuraciones de humanos ignorantes.
-Oye muchacho, y dime, ¿podré hablar con Satanás?
-Claro... está en la punta de esta torre... pero si deseáis verlo deberás vencerme en combate.
-Okidoka... -dijó el tío y lanzó su mejor golpe.
El golpe de Tío Lucho fue como un mosquito estrellándose sobre el parabrisas de un camión. Cerberus se puso de pié. Le lanzó una sonrisa maligna y lo golpeó con tal furia que el pobre tío voló por los aires con una aceleración constante y fue a enterrarse en una roca, diez metros más allá. Se levantó una gran nube de humo...
Cerberus rió... tanto, que le dio hipo. -Pobre humano estúpido...hip... jajaja... hip!
Cuando el polvo se acentó, vió horrorizado que la roca estaba desintegrada pero de Tío Lucho, ni rastros...
-Quizá yo podría ayudarte con ese hipo -dijo una voz familiar a los pies del demonio. Era el tío sacudiéndose el polvo. Saltó en el aire y con un rápido y felino movimiento golpeó la frente del demonio con tal fuerza que Cerberus quedó incrustado en la torre... –¡maldi-hip-to hij-hip-o de p...hip! –bufó...
Tío Lucho se sentó en una pequeña roca y se secó el sudor con un pañuelo. Hacía mucho tiempo que no tenía una pelea de esa magnitud, “ya no estoy para estos trotes”, pensó. Buscó en sus bolsillos y sacó una cerveza helada. La abrió con el diente de oro, escupió la tapa y bebió un sorbo.
Cerberus estaba indignado. Se reincorporó, abrió la boca y lanzó su más poderosa arma: una gigante e incandescente bola de fuego. Ahora reía... -¡hip, comete esto hip...!
Tío Lucho con una asombrosa sangre fría enfrentó la bola de fuego. Bebió un sorbo más de su cerveza y... de su garganta emergió el más poderoso eructo jamás escuchado en el infierno. La bola de fuego se desintegró en la onda expansiva... el demonio palideció y también comenzó a desintegrarse junto con su hipo... HIP... Hip... hip... ip... p...
Secó su boca con el pañuelo, terminó la cerveza y coronó su victoria con un pequeño eructo de satisfacción... –Siempre es mejor fuera que dentro- se dijo. Y de una patada echó abajo las puertas de la torre y enfiló escaleras arriba...
-Hasta aquí llego yo. Más no te podré ayudar. Si logras tu cometido, solo llámeme por mi nombre y le sacaré de aquí.
-¿Y cual es su gracia? –preguntó el Tío poniendo cara de Columbo.
-Mi nombre es Melquideseckiaszkch
-Mmm... ¿podría llamarle Mel?, es que no soy bueno con los nombres...
-Como sea... Mel entonces –respondió el ángel fastidiado, desapareciendo en el aire...
El panorama era desolador. Fuego, azufre, desolación y una nauseabunda sensación a muerte.
-Así que este es el infierno- se dijo Tío Lucho. –Sabía que lo conocería algún día, pero nunca imaginé que sería tan pronto.
A lo lejos se levantaba una torre enorme y siniestra, de la cual salía un extraño y fluctuante haz de luz que se elevaba al cielo y lo teñía de un anaranjado fuego. No había noche, no había día... era un eterno ocaso. Tío Lucho largó caminar hacía la torre con todos sus sentidos alertas. Era un viejo zorro. Astuto como un... eh... zorro... sip...
Pasó un tiempo y otro tiempo y como en la mitad de un tercer tiempo se encontró con un abismo sin fondo que era cruzado por el típico puente colgante de madera. –Esto me huele a trampa -se dijo. Tomó una roca de camino y la lanzó hacia el medio del puente. Ésta no alcanzó a tocar las maderas y el puente fue tragado por una serpiente gigante la cual emergió y se hundió en el abisal en segundos.
-Uhmmm... –se dijo Tío Lucho.
Buscó en sus bolsillos. Los bolsillos de Tío Lucho parecían tener la extraña cualidad de ser multidimencionales. Sacó una pequeña bolsa con un líquido de color rojo viscoso. Era el pebre de la “picá de la Sra. Julia”, el más famoso y picante pebre que jamás haya existido sobre la faz de la tierra. Abrió la bolsa y se untó el cuerpo con el improvisado ungüento. Y saltó al vacío.
Logró un elegante arco antes de comenzar a caer. Cruzó los brazos sobre el pecho y cerró los ojos. La serpiente aguardaba en el abisal y cuando vió caer una presa viva no lo pensó dos veces. Se la tragó enterita... Pasaron segundos eternos. El encebollado y picante pebre surtió efecto y la serpiente gimió a pesar de no tener cuerdas vocales. Se irguió lo más que pudo y escupió a Tío Lucho lejos... muy lejos para después morir intoxicada*
* Solo los parroquianos que pululaban por la picá de doña Julia, después de muchos años, lograban adquirir una resistencia casi total a aquel menjunje delicioso. El tío Lucho había sido socio fundador de dicha picá. Y siempre andaba con una bolsita del vital elemento.
Tío Lucho se puso de pié, se sacudió el polvo y sacó del bolsillo de su guayabera un mondadientes con el que repasó su diente de oro.
Horas mas tarde llegó a las puertas de la siniestra torre. Un gigante demonio cornudo esperaba sentado en la entrada.
-Buenas Tío Lucho, no esperaba verle tan pronto... –rió irónico
-Buenas –respondió el tío. –¿eres Satanás?
-No... tío, como se le ocurre... no, no, no... solo soy Cerberus. El guardián del Averno.
-¿no que eras un perro de dos cabezas?
-Ja ja ja, figuraciones de humanos ignorantes.
-Oye muchacho, y dime, ¿podré hablar con Satanás?
-Claro... está en la punta de esta torre... pero si deseáis verlo deberás vencerme en combate.
-Okidoka... -dijó el tío y lanzó su mejor golpe.
El golpe de Tío Lucho fue como un mosquito estrellándose sobre el parabrisas de un camión. Cerberus se puso de pié. Le lanzó una sonrisa maligna y lo golpeó con tal furia que el pobre tío voló por los aires con una aceleración constante y fue a enterrarse en una roca, diez metros más allá. Se levantó una gran nube de humo...
Cerberus rió... tanto, que le dio hipo. -Pobre humano estúpido...hip... jajaja... hip!
Cuando el polvo se acentó, vió horrorizado que la roca estaba desintegrada pero de Tío Lucho, ni rastros...
-Quizá yo podría ayudarte con ese hipo -dijo una voz familiar a los pies del demonio. Era el tío sacudiéndose el polvo. Saltó en el aire y con un rápido y felino movimiento golpeó la frente del demonio con tal fuerza que Cerberus quedó incrustado en la torre... –¡maldi-hip-to hij-hip-o de p...hip! –bufó...
Tío Lucho se sentó en una pequeña roca y se secó el sudor con un pañuelo. Hacía mucho tiempo que no tenía una pelea de esa magnitud, “ya no estoy para estos trotes”, pensó. Buscó en sus bolsillos y sacó una cerveza helada. La abrió con el diente de oro, escupió la tapa y bebió un sorbo.
Cerberus estaba indignado. Se reincorporó, abrió la boca y lanzó su más poderosa arma: una gigante e incandescente bola de fuego. Ahora reía... -¡hip, comete esto hip...!
Tío Lucho con una asombrosa sangre fría enfrentó la bola de fuego. Bebió un sorbo más de su cerveza y... de su garganta emergió el más poderoso eructo jamás escuchado en el infierno. La bola de fuego se desintegró en la onda expansiva... el demonio palideció y también comenzó a desintegrarse junto con su hipo... HIP... Hip... hip... ip... p...
Secó su boca con el pañuelo, terminó la cerveza y coronó su victoria con un pequeño eructo de satisfacción... –Siempre es mejor fuera que dentro- se dijo. Y de una patada echó abajo las puertas de la torre y enfiló escaleras arriba...
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