lunes, agosto 28

El burócrata

“De burócratas está plagado el infierno”
(Un ciudadano cualquiera)


Tío Lucho subió corriendo seiscientos sesenta y cuatro pisos, puesto que el tiempo apremiaba. Cuando comenzó a subir al seiscientos sesenta y cinco se lo tomó con mas calma, puesto que el tiempo apremiaba, pero no tanto...

En el piso 665 (que era el penúltimo piso de la siniestra torre) se encontró una sola puerta con un vidrio granizado que llevaba la siguiente inscripción, medio desgastada por el paso del tiempo: “OF. 665. Secretaría Ministerial del infierno”. Mas abajo un pequeño cartel en papel y pegado con cinta adhesiva invitaba a: “toque el timbre una sola vez”.

Tío Lucho tragó saliva. Intuía el nuevo desafío que le esperaba. Eso le atemorizó un poco pero no tanto como para volver atrás. Tocó el timbre.

“Ñeeekkkkkkk!!!” sonó al otro lado de la puerta. Allá a lo lejos se oía el tic tac de un reloj y una silla que se corría, luego unos lentos pasos sobre un piso de madera y luego el sonido del portero eléctrico siendo accionado. La puerta se abrió. Dentro de la oficina el espectáculo era aterrador. Cerros de hojas de papel apiladas por todos lados, archivadores repletos, olor a encierro, papel viejo, a humedad y a tinta. Al fondo podía observarse un escritorio pequeño, con una maquina de escribir antigua, un teléfono, una lámpara que iluminaba poco, muchos timbres y una pequeña maceta con una tímida plantita. Sentado detrás del escritorio un pequeño hombrecillo de gafas, peinado a la gomina y pálido como las hojas que timbraba, dirigió la mirada al Tío y con una voz desganada y monofónica le dijo:

—Tome un número y espere a que le llamen. Gracias.

Lo único que hacía suponer que era un demonio era que sobre sus gafas, en la frente, sobresalían unos pequeños cuernos que bien podrían haber sido unos cototos producidos por algún golpe, pero eran demasiado simétricos.

Tío Lucho no se dejó amedrentar. —Necesito ver a Don Sata.
— ¿Solicitó una entrevista con anticipación?, porque solo se permiten entrevistas pedidas con anticipación.
—No, no he solicitado entrevista. Lo que sucede es que es una emergencia.
—Entonces, debe llenar estas solicitudes por triplicado y presentarlas en la ventanilla Nº 6 del piso 345, luego vuelva acá, saque un número y espere a que lo llamen para poder darle hora para luego.
—No tengo tiempo para eso, necesito ver a Don Sata... A-HO-RA.
—Eso va a ser imposible caballero. Para Lograr una entrevista a-ho-ra, necesitaría que llenara por quintuplicado la forma B de la solicitud 49. Ese formulario lo tiene que obtener en el piso 24 en la oficina 24-D y luego traérmelo con una fotocopia de su cédula de identidad por ambos lados y un certificado de antecedentes actualizado...

Tío lucho se secó la frente con un pañuelo. Recordó los años de lucha contra el servicio público chileno. Y recordó que en aquel tiempo...salió victorioso. ¿Cómo?... Fácil, jugando el juego con su mejor sonrisa. Eso siempre irritó a los funcionarios públicos... esta vez no sería la excepción... además Tío Lucho usaría otro de sus poderes... era una caja de sorpresas!!!

—Vuelvo enseguida —dijo, lanzando una sonrisa. El diente de oro encandiló al burócrata.

Atravesó la oficina, abrió la puerta y salió. Se paró fuera de la oficina. Cerró los ojos. Se concentró. Dio media vuelta y volvió a entrar. Caminó por le pasillo directo al escritorio y saludó al demonio oficinista. —Traigo un formulario 49, con su forma B en quintuplicado timbrado en la oficina 24-D. Con una Fotocopia de mi cédula de identidad y mi certificado de antecedentes al día. Necesito ver a Don Sata —y lanzó una encantadora sonrisa. El diente de oro volvió a brillar.

—Estee... bien, ahora le timbraré esto y deberá traerme la recomendación de 5 familiares que estén actualmente en el infierno legali...
—Legalizadas y en triplicado... aquí están.
—Oh, que bien... —el burócrata tragó saliva. No sabía porque la risa de tío Lucho le desquiciaba tanto. —Veo que los papeles están en regla. ¿Se sacó 5 fotos tamaño carnet?
—Sip... acá están...
—Con nombre y ru..
—Sip, con nombre y rut. Y cinco de lado izquierdo, cinco de lado derecho y cinco de espalda por si las dudas —El diente de oro quemaba los ojos del demonio. ¡También traía las fotos de espalda! ¿Cómo diablos sabía eso?

Algo extraño pasaba... No era posible que alguien cumpliera todos los requisitos a menos que el universo estuviera confabulado para que eso sucediese... y eso era lo que sucedía. Tío Lucho, al cruzar y recruzar la puerta, había saltado entre universos paralelos donde la única diferencia entre uno y otro era que en el que estaba ahora, siempre tendría todos los papeles que se le pidieran. Todo lo demás, era exactamente igual.

—Bien, ahora solo faltaría un pequeño detalle. —era la última esperanza del burócrata. —que yo timbre esta hoja con este timbr... oh!!!

El timbre era de cristal y se le había resbalado de las manos rompiéndose en mil pedazos. —Oh, lo siento mandaré inmediatamente la forma para que el departamento de adquisiciones mande a elaborar otro timbre. Solo tardará... —el rostro del demonio oscureció malignamente... —unos 6 meses mas...

Tío Lucho no perdió su sonrisa. —Sabe, si busca en el cajón derecho del escritorio encontrará un timbre de cristal nuevo —dijo con convicción. Y se acercó más al oficinista. Tanto, que este pudo oler ese tufillo a cerveza y encebollado que caracterizaban al tío. Lo miró directo a los ojos. El demonio palideció más aún.

—Entonces podrá timbrar los papeles y yo tendré mi entrevista entonces estaré muy contento y le hablaré a Don Sata de que buen burócrata es usted. Y le conseguiré trabajo en el servicio público chileno. O mejor aún, en alguna compañía transnacional de seguros de vida allá en la tierra... O mejor aún, tengo contactos con personas en el sistema de archivos del poder judicial chileno... el sueño de todo burócrata... —Los ojos del demonio se abría y brillaban emocionados hasta las lágrimas... ¡El poder judicial chileno!... ¡el sueño de todo burócrata!...
Los papeles fueron timbrados y archivados en tiempo record. El demonio decidió tomarse el resto del día libre y Tío Lucho recibió una llave. La llave que abría la puerta que daba al último piso en donde tenía su oficina don Sata.

Colocó la llave en la cerradura y la giró suavemente. Un delgado y curvo pasillo ascendía, escaleras arriba, iluminado por la luz tenue de unas antorchas inacabables. Un suave olor a azufre impregnó lo impregnó todo. Tío Lucho comenzó a subir, silbando una canción del Zalo Reyes... ¡Maestro!...

1 comentario:

Shaka dijo...

me kague de la risa con la historia del tio lucho, con la de bernardo ohiggins , asi que se espera la proxima etapa de la historia.

Saludos!!!