sábado, febrero 4

Mundos Paralelos: El príncipe y el bufón

-Bufón… -dijo el príncipe, mirando a la nada- ¿Por qué siempre encuentras el don de hacer sonreír a la gente, aún cuando ésta no quiera?
El bufón dejó de comer su pastel de choclo, levantó la cabeza haciendo sonar las campanillas de su gorro y miró al príncipe con curiosidad.
-¿Se refiere a como diablos lo hago sonreír a pesar que su corazón no quiere, porque está triste porque no ha podido rescatar a la princesa de su maldición?
-mmjm- asintió el príncipe pensaroso.
-Pues… nada…, supongo que la gente se ríe porque yo les recuerdo su niño interno.
-¿Y como haces eso?, el príncipe dirigió su mirada al bufón y por primera vez se dio cuenta de quien estaba detrás de ese disfraz. Un joven casi de su misma edad y cuyos ojos brillaban como las estrellas de la noche…
-No lo sé… solo se me da bien.
-¿Cuál es tu nombre?... ¿quien eres en verdad?... ¿eres feliz?...
-“Uld”… “un bufón”… “ahora si”… -respondió el bufón extrañado por tanta pregunta.
-Lo veo medio pálido su alteza… ¿le puedo ayudar en algo?
-No… sólo yo debo resolver esto…
-A ver príncipe, le invito a tomarse unas cervezas a la taberna y a charlar un rato…
-Pero no quiero salir de este castillo… a demás en el pueblo me reconocerían y lo que quiero es tranquilidad… estar solo…
-Si, si, si… está bien todo eso, pero tiene que distraerse un rato… vamos que le presto un poco de ropa y nadie le reconocerá…

Y así fue… el bufón le prestó uno de sus mejores trajes de bufón y se fueron a la taberna del pueblo…

Los guardias de palacio no reconocieron al príncipe al salir del castillo. – ¡Hey bufón… quien es tu amigo! ¡Más parece salido de un cuento de horror! Jajajajajaja.
-Horror le dará cuando le levante el trasero de una patada al hijodep…
-Tranquilo su alteza… no se agite… no se agite…

Al llegar al pueblo, los niños corrieron al encuentro del bufón… El príncipe no sabía que hacer con tanto niño…
-Tome- le dijo el bufón pasándole el morral… -Está lleno de dulces… repártaselos y lo dejarán tranquilo…
El príncipe comenzó a repartir los dulces y cada niño le daba las gracias y un beso a cambio. Un pequeño quedó mirándolo fijamente… -¡Que alto es usted! ¿Me lleva en sus hombros hasta mi casa?
-Vamos- respondió el príncipe, lo colocó sobre sus hombros.

Partieron a casa del pequeño. Era pequeña, con una puerta de madera que ya se venía abajo…
-¡Bufón!- Gritó una gorda señora desde dentro… -¡me traes de nuevo a este niño travieso!- Al ver al gran bufón, que no era el de siempre, la señora lanzó una estridente carcajada… -¡Y este gran bufón… ¿es tu ayudante?... si parece un sopilote mojado!
El príncipe, lejos de sentirse molesto, no pudo evitar sonreír con la triste comparación…
-Aquí traemos a Lodek… y las medicinas que me pediste para tu madre- dijo el bufón pasándole unas yerbas.
-Pero pasen, pasen… les puedo ofrecer pan que recién hice.
-Es que es nuestro día libre y vamos a la taberna- replicó el bufón.
-Entonces se lo llevan para el camino- dijo la gorda pasándole una bolsa a príncipe. Nunca había probado pan tan rico como aquel…

Continuaron por el camino… más allá encontraron a un viejo que echaba maldiciones pues se había atascado su carreta en el lodo.
-¡Abuelo!... no se altere…le ayudamos en seguida…
Con paciencia el príncipe y el bufón fueron descargando la carreta, luego cortaron ramas que pusieron sobre el lodo. Limpiaron las ruedas del exceso de barrio y luego a empujar se ha dicho.
-Muchas gracias chicuelos- dijo el abuelo. ¿Necesitan que los lleve a alguna parte?
-Ayúdenos a llegar a la taberna… pidió el bufón.
-Sólo si cantan conmigo... a los caballos les gusta...
Y partieron cantando una alegre y antigua melodía de carreteros eslavos...

Un par de horas más tarde…

-Bufff buffonn, y y ezztaz perrrsonazzz ¿c c commo hacennn pa para est estar felicezzz ziemmmpre?
-Y yo qu que zee… viven la vi, la vidda ca cada día commoo venga. Usss usted n n noo ezzz elu elu el único… que zzeee le harrroo ha rotttto elco… el corazón…
-Pe pe pero yo no hepo…hip hepodido salvar a laprin la princzzzz princesa de su maldi maldición…
-Es que alo alo mejor no quiere zerrr salv vld salvada… deje…dejela librrr libreeee y sabrr sabrá si en si en realidad lo lo ammmaaa.
-queze que sssería de mi sinn ell ell ella… snif!!!
-N no basssse zuu vida ene enellaaa… hay vida enu enuss enusssteddd y ene enelres enelresto delmu delmunnndoo ela elamorrrr llamma mas amor…. Salú!!!
-Salú por eso…!!!

Después de ese día… el príncipe comenzó a salir más de su castillo. Abrió las puertas también del castillo de su corazón… siempre lo dio todo por su pueblo pero nunca lo había conocido realmente. Ahora comenzaba a sentir el cariño de su pueblo… en carne propia… visitaba sus casas… compartía con ellos. Organizaban bailes y fiestas en primavera… dio y recibió amor. Cada día era un nuevo desafío, era distinto… poco a poco el dolor se fue disipando, no tanto por el olvido o el tiempo que ayudan bastante… sino por el cariño de su gente, de sus amigos…

Un día… una joven… llegó al castillo… el príncipe al verla notó que no tenía rostro de princesa, no era el más bello ser en la tierra, no… sin embargo su mirada… era la más dulce y bella que jamás hubiera visto. El príncipe aprendió a ver el alma en las miradas, había comenzado a aprender esa magia desde aquel día en la taberna.

-Eres tú- dijo casi en un suspiro… -te he esperado por tanto tiempo.
-Perdóname por haber tardado tanto- le pidió ella bajando la mirada. –no me podía encontrar… por lo que no podía venir a ti… vacía… ¿me perdonas por hacerte esperar tanto?

Un cálido abrazo y un suave beso en sus labios le sirvieron de respuesta…

-Bueno, bueno, bueno…-dijo el bufón, abrazando a ambos –Ni crean en eso de vivieron felices y comieron perdices... llegaron las cuentas su majestad y hay que pagarlas... hay que mandar a herrar los caballos y guardia de palacio está pidiendo vacaciones y yo necesito ir al baño en este momento... permisooo!!!

1 comentario:

Belen dijo...

... ¿y cuántos años se supone que tienes? ... mucha sabiduría para un cuerpo tan joven, ¿no? ... cuando comprendes que es mucho más importante lo que tú haces por otros, no lo que sea que te hayan hecho ... la tristeza desaparece.

Gracias, bufón, por las cosas que nos enseñas (pese a que esta vez, no me hiciste reír a carcajadas, sino llorar, ¡te lo agradezco!)