Hace mucho tiempo, cuando era pequeño de cuerpo, leí este cuento que, vuelto a leer, me parece bellísimo y quiero compartirlo con ustedes... eh... ¿estan ahí?... ¿hay alguien ahí?... bueno, como sea, lo compartiré en esta página para que alguien lo lea... alguna vez...
La Pajarita de Papel
Relatado por Yalí. Extraído de un viejo libro del año 1968.
Frente a la plaza, piedra gris sobre piedra gris, se alzaba el castillo del rey. El castillo tenía dos torres almenadas, un gran escudo con una flor de lis y un mirador.
Por el mirador se asomaba la cara pecosa de la princesa y sus trencitas coloradas.. También se asomaba su linda mano, cuando saludaba a Juan Luis, el vendedor de pajaritas de papel.
Cada vez que Juan Luis veía a la princesa en el mirador, se olvidaba del precio de sus pajaritas, tropezaba con los bancos de la plaza y se caía en el agua del surtidor. Eso, porque Juan Luis estaba enamorado de la princesa.
¿y la princesa quería a Juan Luis? La princesita había jurado y rejurado que no se casaría mas que con Juan luis. Esto, claro, en cuanto ella cumpliera los quince años y Juan Luis los dieciséis.
Lástima que a la princesa se le había olvidado contárselo a su padre, el rey. Y, el rey, con la corona metida hasta las cejas, se pasaba el día y la noche hundido en los almohadones de su trono, pensando y pensando con quién casaría a la princesa.
-La casaré con el sabio más sabio del reino -se decía-. Pero enseguida recordaba que el sabio mas sabio era el astrólogo real. Y el astrólogo real era un viejecito con una barba tan larga, que para llevársela no bastaban los siete servidores que caminaban junto a su lado.
-No. Con el más sabio no podrá ser -decidía el rey-. Casaré a la princesa con el más fuerte. Y ya iba a llamar a la princesa para decírselo, cuando recordó que el hombre más fuerte , pero mas fuerte de todo el reino, era su escudero. Y su escudero tenía que beber el agua diréctamente del río porque los jarros se abollaban entre sus gruesos dedos, y tenía que estronudar a campo abierto para que las torres del castillo no se derrumbaran con el estruendo.
-No, con el más fuerte tampoco podrá ser -resolvía el rey, pénsándolo mejor-. La casaré con el más bueno. Y ya iba a llamar a la princesa para anunciarle con quién se casaría, cuando alcanzó a ver, por la ventana del castillo, al más bueno, pe más bueno de todos sus súbditos, paseando por la calle. Tan bueno era aquel súbdito, que los gorriones se posaban en él sin ningún temor, sobre sus hombros, sobre su cabeza... y así, apenas si se veía aquel buen hombre siempre cubierto de pájaros.
-No. tampoco ese puede ser mi yerno -pensó el rey-. No podría ponerse la corona sobre la cabeza. Ya todos los gorriones del reino están en ella.
Pero tanto se revolvió y revolvió el rey sobre su trono, y tantas tacitas de café le alcanzó su mayordomo real, que al fin dió con una idea que lo dejó satisfecho. entonces dejó sus almohadones y correindo por las escalinatas del castillo, cruzó a la puerta y salió a la calle. Y cuando estuvo allí, con un pedazo de carbón escribió sobre el muro de piedra gris:
Orden del rey
La princesa se casará con quién sea capaz
de hacer lo más maravilloso del reino.
El primero que leyó el anuncio del muro fué Juan Luis. ¡Y casi se echa a llorar! Porque él, Juan Luis, sólo sabía hacer pajaritas de papel.
La pena lo acompaño todo el día y lo acompañó toda la noche, cuando sentado frente a su mesa, plegaba papeles de colores y armaba las pajaritas para venderlas a la mañana siguiente. Y tanta era su pena, que eligió entre todas las hojas una muy blanca y con su mejor letra escribió en ella:
"Princesita: Sólo sé hacer pajaritas de papel. Pero te quiero mucho.
¿Te casarías conmigo?.
Juan Luis".
Después, plegando la hoja escrita, Juan Luis hizo una hermosa, muy hermosa pajarita, y la echó a volar por la ventana.
La pajarita de papel voló y voló en la oscuridad.
Y mientras volaba, se decía: -Tengo un mensaje que llevar-. Pero por más que volaba y volaba, no encontraba el castillo, perdido entre las sombras, y así tuvo que posarse en una rama, a esperar la salida del sol.
Con los primeros rayos de luz, la pajarita vió acercarse una alta figura. Era el gran general, que venía marcando el paso, con su escopeta al hombro.
-Seguramente, el gran general va al castillo -pensó la pajarita-. Me posaré en su escopeta y llegaré al castillo, junto a él.
Y se posó en la escopeta. ¡pero el general no iba al castillo! Iba a la lechería, a tomar café con leche, con su amigo en capitán.
Cuando el capitán lo vió entrar a la lechería, con la pajarita en la escopeta, creyó que el gran general la había cazado y exclamó lleno de admiración: -Te felicito gran general. Eres el mejor cazador del mundo.
El general se puso muy orgulloso, porque la verdad era que hasta entonces solo había cazado mojarritas, pinchándolas con su espada. Y tan orgulloso estaba, que estiró la mano para atrapar la pajarita y mirarla mejor.
Pero la pajarita de papel echó a volar y se escapó.
Cuando la pajarita llegó a la calle, buscó y buscó el camino al castillo. pero estaba desorientada y no pudo encontrarlo por ningún lado. En eso vió venir a la reina, que volvía de comprar buñuelos para el desayuno del rey.
-Seguramente la reina vuelve al castillo -pensó la pajarita-. Y de un solo vuelo fué a posarse en el sombrero de la reina. Así llegó al castillo y entró en él, y escuchó decir a las damas de honor:
-Reina, reina. ¡Que hermosa es la pajarita que tiene vuestra majestad en su sombrero!
La reina muy contenta se sacó el sombrero y quiso apresar a la pajarita para verla mejor. Pero la pajarita de papel echó a volar, y voló de uno en otro, por todos los corredores del palacio, buscandoa la princesa para entregarle el mensaje de Juan Luis.
Y entre las salas y los salones, la pajarita llegó al dormitorio del rey.
Aunque era muy temprano, el rey estaba despierto. Y muy triste también. Porque se había escapado el canario blanco que todas las mañanas le daba, cantando, los buenos días.
Cuando entró la pajarita, las lágrimas del rey mojaban ya la alfombra. La pajarita de papel se compadeció del rey, se posó en su hombro y le preguntó:
-Rey, ¿por qué lloras?
-No tengo quien cante para mí -lloriqueó el rey.
-Yo te cantaré -dijo la pajarita. Y con su pico de papel gorgeó y gorgeó tan bien y mejor, mucho mejor aún, que el canario del rey.
Entonces el rey dejó de llorar y exclamó:
-Esta pajarita es lo más maravilloso que hay en mi reino.
Y para estar bien seguro llamó a la reina para consultarla.
-Si. No hay nada más maravilloso que esta pajarita -dijo la reina, que había reconocido a la pajarita de su sombrero. Pero para estar más seguro, se lo preguntó al gran general.
-Claro que no hay nada mas maravilloso que una pajarita de papel -dijo el general, pensando en la pajarita que se había posado en su escopeta.
Y la reina, el rey y el general, mandaron a buscar a Juan Luis. Y cuando Juan Luis estuvo ante el castillo, le preguntaron:
-¿Fuiste tu quién hizo la pajarita blanca?
-Era una carta para la princesa -contestó Juan Luis, un poco asustado.
-Entonces se la leerás mañana -exclamó el rey-, porque hoy te casarás con ella. Has creado lo más maravilloso de mi reino.
La princesa, transportada de felicidad, se puso su velo de tul. Y sobre el velo, una corona de azahar. y sobre la corona de azahar, la pajarita de papel, bien sujeta con un prendedor, para que no se volara, sino que se quedara siempre con ella y con Juan Luis.
FIN