El oso blanco venía viajando en el lomo de una gran mariposa. Aquel insecto cósmico volaba a través del espacio tan rápido que al oso le costaba asirse bien del peludo tórax y sentía que el frío del espacio le llegaba hasta la médula de los huesos. Aprovechó la aproximación de la mariposa hacia un asteroide para poder descansar un momento. Ya pasaría alguien más que le diera otro aventón.
El asteroide era pequeño. Tenía algunos volcanes pero no eran muy grandes. Eran más bien muy pequeños volcanes. El oso comenzó a recorrer el asteroide y unos pocos metros mas allá se encontró un biombo, una blanca caja con orificios y una rosa que parecía un poco distraída y melancólica.
-Hola, buenos días- dijo el oso cortésmente.
La roza pareció palidecer y mostró sus espinas amenazadoramente. -¡¿Quién eres?! ¡¿Qué quieres?! ¡Te advierto que tengo espinas y no dudaré ni un solo segundo en usarlas si es necesario!...
-¿Usarlas?- preguntó el oso -¿porqué?
-¿Acaso no me vas a comer?
-No... los osos, que yo sepa, no comemos rosas.
-Bueno, si es así... buenos días, bienvenido.
-Gracias, que bella eres.
-¡Oh!- exclamó la rosa –eres el segundo que lo ha notado- dijo melancólica.
-¿Qué hay en la caja?- preguntó el oso curioso.
-No lo sé. Apareció en el asteroide hace algunos días... como por arte de magia... ¿podrías ver lo que hay en ella?... pero con cuidado, no vaya a ser un tigre.
-Es una caja muy pequeña para que contenga un tigre- aseveró el oso.
Tomó la caja y miró por uno de los agujeros. Vió a un pequeño cordero sumido en un profundo sueño.
-¡Es un cordero!- exclamó – y está dormido...
-¿Y los corderos comen rosas?- preguntó la rosa escondiéndose tras el biombo.
-Puede que sí, si es que no está domesticado- aseveró el oso.
-Mi principito trató de domesticarme- dijo la rosa con un dejo de tristeza. –Ya hace un año que se marchó y...
Una lágrima rodó por sus bellos pétalos hasta caer y tocar el suelo para luego convertirse en una pequeña bolita de cristal.
El oso observó que habían muchas bolitas de cristal bajo la rosa... contó más de trescientas sesenta... -“una por cada día”- pensó.
-Háblame de ese principito- pidió el oso a la rosa.
-Es pequeño- dijo la rosa –sus cabellos son dorados como los rayos del sol. Me tenía mucha paciencia. Trabajaba todo el día cuidando los volcanes, los deshollinaba a diario. Sacaba las malezas y las raíces de baobab que crecen por todos lados y aún así, cansado, cuidaba de mí. Me regaba y colocaba el biombo para que el viento no despeinara mis pétalos.
-Pero no veo ningún baobab por aquí- dijo el oso blanco.
-Creo que el asteroide se ha quedado dormido esperándolo. Mira, ni siquiera las orugas que tengo en mis hojas han despertado. Lo extraño mucho. Cuando él estaba, había vida por todos lados.
-Y... ¿A dónde fue?
-No lo sé- respondió la rosa –Creo que se fue escapando de mí. Se fue por mi culpa. Nunca supe apreciarlo y creo que se sentía demasiado solo.
-Ah... entonces fué en busca de amigos... no te preocupes... debe estar por volver.
-¡Nunca va a volver!- chilló la rosa...
-Bueno, bueno- dijo algo incómodo el oso -¿Puedo hacer algo por ti?
-Puedes abrir la caja y dejar que ese cordero me coma...
-Creo que está más preocupado de dormir...
Una luz centelleó en el curvo horizonte... (recordemos que estamos en un asteroide)... y comenzó a acercarse hacia ellos. La rosa y el oso vieron con asombro que aquella luz tomaba la forma de una brillante serpiente que se acercaba a toda velocidad hacia el pequeño planetoide.
Sobre la serpiente venía montado un pequeño niño de cabellos dorados y estrambótico traje. Era el principito.
-Esto es lo más extraño que he visto- acotó el oso blanco –He viajado por muchos mundos sobre mariposas estelares, en cometas, en naves de viajeros pero nunca había visto una serpiente de luz...
La serpiente se acercó lo suficiente al pequeño asteroide como para que el principito saltara a salvo y sin problemas. Luego siguió su viaje hacia quien sabe donde... el principito agitó sus brazos despidiéndose y dándole las gracias y la serpiente le guiño un ojo a modo de despedida (lógico si pensamos que las serpientes no tienen brazos para despedirse).
-Hola- saludó el oso cortésmente.
-Hola- respondió el principito un poco asombrado y regalando una bella sonrisa.
-Parece que por aquí te extrañaban- dijo el oso cerrándole un ojo y mirando a la rosa.
Una gorda lágrima callo de la rosa. Esta vez era una lágrima proveniente de la felicidad de ver nuevamente a su principito. No se convirtió en una bolita de cristal... la tierra la recibió y abriéndose dejó que llegara hasta el corazón del dormido asteroide despertándolo de su largo sueño. Los volcanes se activaron, las semillas brotaron y se asomaron un montón de plantitas remolonas y pequeñas florcillas de colores.
-Que hermoso poder- pensó el oso –debe ser el amor...
-Volví porque extrañaba a mi rosa. Ella me domesticó, sabes...
-Prefiero las palabras amistad y amor... –pensó el oso- domesticar, en mi condición de animal es perder la libertad... pero es cierto... depende de donde se mire –el oso sonrió al principito...
El principito tomó la regadera y regó su rosa como siempre solía hacerlo. La rosa quiso decirle muchas cosas, tantas que no sabía como expresarlas. El principito la miró y con los ojos le dio a entender que no era necesario decir nada...
Y eso... el principito volvió a su planeta. El oso blanco es testigo de ello. Esto lo digo para aquellos que pensaron que el principito había muerto después de haber sido mordido por la serpiente...
Sr. Oso... ¿es cierto lo que aquí se ha relatado?
-Bueno, la verdad es que si... yo estaba allí y ví todo lo que pasó. El planetoide recobró vida. Incluso el cordero despertó y comenzó a balar hasta que lo tuvimos que sacar de la caja. Tuve que hacerle un bozal y una correa para amarrarlo y así evitar que se comiera la rosa cuando el principito estuviera ocupado. Incluso después de un tiempo le habíamos enseñado a comerse las raíces de los baobab...
1 comentario:
Ahhhhhh!! Y ahora además de súper chistoso ... nos resultaste poeta! Me emocionó mucho tu escrito ... gracias!
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